martes, 8 de octubre de 2013

No hay alternativa nacional, popular y progresista fuera del kirchnerismo

Toda elección es importante como reafirmación del sistema democrático; también como forma de auscultar la opinión de la ciudadanía sobre la gestión de un gobierno y sus deseos acerca del futuro del país. También permite vislumbrar quiénes se perfilan como mejores intérpretes de esas demandas populares. Está claro que a la hora de modelar la opinión ciudadana, sobre la sociedad influyen múltiples factores. El principal, en mi opinión, es su propia realidad, a la que se suma la ideología, a través de múltiples formas de propaganda, y también con lecturas tendenciosas sobre como, por ejemplo, los sectores concentrados del poder la ven y quieren que las mayorías populares la vean también. Soy de los que creen que el pueblo se equivoca si el poder sigue concentrado y tiene capacidad de influir sobre el electorado; y a la vez los sectores del campo nacional, popular, democrático y de izquierda no son capaces de construir poder popular por medio de organización, unidad, y desarrollando una ideología propia capaz de valorar las transformaciones, que como en el caso de nuestro país se vienen realizando desde hace una década. La capacidad transformadora de la realidad que ha manifestado el Kirchnerismo estos diez años es fenomenal en términos materiales: en inclusión social, en desarrollo productivo, en infraestructura. También en lo cultural, educativo e ideológico, lo que permite tomar conciencia de nuestro destino como Nación en el marco de un profundo encuentro integrador suramericano y mercosuriano. Si esto es así: ¿Por qué en las elecciones primarias de agosto, aún siendo el oficialismo la primera fuerza electoral nacional, se instaló desde los grupos concentrados, particularmente del sector de las comunicaciones, la idea de una derrota inminente? Creo que, entre otras cosas, porque hicimos un uso indiscriminado del 54% de votos obtenido hace dos años; porque faltó construcción política colectiva y hubo una excesiva confianza en el poder de liderazgo de la Presidenta. Una vez más, va quedando claro que sin liderazgo, como el de Cristina Fernández, no se puede avanzar ni conducir en la heterogeneidad y diversidad del movimiento popular; pero si ese liderazgo no es acompañado por fuerza social y política organizada, los peligros acechan tarde o temprano. No hay alternativa nacional, popular, progresista en el horizonte que no venga de la mano del kirchnerismo. Se equivoca quien piense en atajos. Puede haber quizás muchas cosas a mejorar desde el seno del propio movimiento, pero no hay otro camino para avanzar. No creo posible mimetizarnos con las ideas de la derecha o presentar candidatos afines a esos ideales y a la vez garantizar la continuidad del proceso político en marcha.

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